El colibrí, también conocido como pájaro mosca, es una especie vibrante de pájaro que desafía las leyes de la avicultura con sus habilidades únicas y sus brillantes colores. Esta diminuta criatura, que su peso rara vez supera los 20 gramos, habita principalmente en las regiones tropicales de América aunque su distribución se extiende desde Alaska hasta Tierra del Fuego.

El colibrí es famoso por su habilidad para batir las alas a una velocidad increíble, hasta unas escalofriantes 80 veces por segundo, lo que le permite ser el único ave capaz de volar hacia atrás e incluso quedarse suspendida en el aire, desplazándose hacia arriba, abajo, adelante o incluso al revés con total maestría. Este asombroso batir de alas se acompaña de un zumbido característico que le da su nombre en muchos idiomas.

El plumaje del colibrí es inusualmente brillante y cambia de color dependiendo del ángulo de la luz. Su impresionante color es el resultado de un fenómeno óptico llamado iridiscencia, es decir, cuando la luz incide sobre las estructuras microscópicas de sus plumas, se refleja de la misma forma que un prisma dispersa la luz blanca en los colores del arco iris.

Los colibríes son polinizadores naturales. Con su pico largo y delgado, son capaces de extraer el néctar de las flores mientras estas, a cambio, se benefician al adherir sus polen en el plumaje del ave, asegurando así la continuidad de su especie a medida que el colibrí se desplaza de flor en flor.

A pesar de su tamaño pequeño, el colibrí es un viajero incansable. Llegan a atravesar hasta 800 kilómetros en una sola migración. Son valientes y muy territoriales, protegen su espacio con agresividad, desafiando a otros pájaros que se atreven a invadirlo.

El colibrí es, por tanto, una miniatura admirable de la naturaleza, lleno de gracia, vivacidad y un deslumbrante despliegue de color. Posee una belleza incomparable que, sumada a su singular habilidad de vuelo y su importantísima función polinizadora, hace de este pequeño ser, una verdadera joya del mundo animal.