Dodo
El dodo, cuyo nombre científico es Raphus cucullatus, protagoniza uno de los relatos más trágicos de la historia de la vida animal. Este pájaro de gran tamaño, pariente de las palomas y los piquituertos, habitaba en la lejana isla de Mauricio en medio del océano Índico. Fue descubierto en 1598 por navegantes neerlandeses que lo llamaron "dodo", que significa "torpe" o "perezoso" en su lengua, debido a su andar lento y aparente falta de miedo al hombre.

El dodo era un ave que destacaba por su físico peculiar. Alcanzaba cerca de un metro de altura y podía llegar a pesar hasta 20 kilogramos. Incapaz de volar, tenía alas pequeñas en comparación a su robusto cuerpo, y una cola corta y poblada de plumas blancas. Su largo pico ganchudo terminaba en una especie de bola, un rasgo único en la familia de las palomas. Era de hábitos terrestres y se alimentaba de frutas, nueces y raíces.

Lamentablemente, la presencia humana llevó al dodo a su extinción. Los marinos y los colonos que llegaron a la isla tanto consumieron su carne como destruyeron su hábitat en favor de los cultivos. Por otro lado, las especies invasoras que introdujeron, como ratas y cerdos, diezmaron sus nidos y se comieron sus huevos. Sin medios para defenderse o adaptarse a estos cambios, el último avistamiento registrado de un dodo vivo se dio en 1662, convirtiendo a esta ave en un triste ejemplo de cómo la intervención humana puede borrar de la faz de la Tierra a una especie entera.

Hoy en día, el dodo es un símbolo de la extinción animal y una advertencia sonora sobre las consecuencias mortales de la interacción destructiva del hombre con la naturaleza. Aunque la especie ha desaparecido, la imagen de este singular pájaro sigue viva y nos obliga a reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos en la preservación del mundo animal.

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