Escarabajo
Si paseáramos tranquilamente por los bosques de la Costa Brava o nos introdujéramos en el corazón de la frondosa Sierra de Guadarrama, probablemente tendríamos la oportunidad de cruzarnos con alguno de estos fabulosos animales. Los escarabajos, con su llamativo y macizo exoesqueleto, suelen llamar la atención por los fascinantes colores que exhiben. Podríamos encontrar escarabajos de un rojo vibrante o de un verde esmeralda brillante, que contrastan vívidamente con el tono marrón habitual de la corteza de los árboles o el suelo de la selva.
Estos invertebrados son miembros destacados de la clase insecta, caracterizada por tener un cuerpo dividido en tres partes: la cabeza, el tórax y el abdomen. En la cabeza encontramos sus antenas, que utilizan para detectar olores y percibir su entorno. Además, poseen un par de mandíbulas con las que pueden degustar una gran variedad de comidas, desde hojas hasta pequeños invertebrados.
El escarabajo, adaptado a cada rincón de nuestro planeta, puede habitar en desiertos, selvas, montañas e incluso en aguas dulces. Es capaz de sobrevivir en el ambiente más duro y desolado, demostrando una resistencia y adaptabilidad admirable.
Pero si hay algo que maravilla y fascina de los escarabajos, es su complejo ciclo de vida. Pasan por un proceso llamado metamorfosis, transformándose de pequeñas larvas a escarabajos adultos. Algunas especies, como el escarabajo pelotero, incluso se convierten en maestros del reciclaje al aprovechar los excrementos de otros animales para alimentarse y generar su descendencia.
Los escarabajos son, sin duda, criaturas sorprendentes. Aunque a veces pasan desapercibidos o son considerados meros insectos, esconden tras su coraza una gran historia de adaptabilidad y supervivencia. Nos recuerdan que, aunque pequeños, todos somos parte de un increíble y rico tapiz de vida.
