Las libélulas son criaturas fascinantes y llenas de misterio. Algunas culturas las consideran portadoras de buena suerte y símbolos de cambio y transformación. En España, las libélulas son bastante comunes, se pueden encontrar en gran variedad de colores, desde tonos de azul eléctrico hasta atractivos rojos y dorados, en cualquier entorno que disponga de cuerpos de agua donde depositan sus huevos.

Las libélulas son conflictivas por naturaleza. Los machos son especialmente territoriales y cuando se trata de defender su zona de agua y atrayentes hembras, se convierten en feroces luchadores. Sus cuerpos están diseñados para el combate y la aventura. Sus seis patas les permiten sujetarse a cualquier rama o junco pero no les facilitan la movilidad terrestre, su fortaleza está en el vuelo.

Son verdaderos acróbatas del aire y se dice que su vuelo es uno de los más eficientes y rápidos del reino de los insectos. Sus grandes y multifacéticos ojos les otorgan una visión prácticamente panorámica, son depredadores por excelencia y su éxito de caza es digno de admiración.

Pero no toda su vida transcurre en el aire. Las libélulas son uno de esos singulares insectos que tienen una etapa de vida acuática, conocida como fase de ninfa, que puede durar varios años.

Sin duda, las libélulas son seres resilientes y sobrevivientes; han existido desde antes que los dinosaurios, adaptándose y transformándose a lo largo de millones de años. A pesar de los cambios en su entorno, han persistido hasta nuestros días. Su nombre español, "libélula", recuerda a una libra voladora, lo cual refleja su equilibrio en vuelo y su capacidad para moverse con una eficacia impresionante.

La presencia de libélulas se ha asociado en muchas ocasiones con salud ambiental. Dado que las ninfas viven en el agua, su supervivencia depende de la calidad de ésta. Cuando vemos libélulas, es una señal que indica que el entorno acuático está en buen estado. Sin duda, son pequeñas joyas de nuestro ecosistema y debemos cuidar su supervivencia.